lunes, 25 de abril de 2016

Espero sobrevivir.



Quiero quedar atrapado una vez más
en el acantilado de tu sonrisa;
que me mires, te mire
y el resto del mundo esté de más,
es que mientras sueñas como volar,
yo trato de reinventar el cielo
para no perderte de vista;
que la forma en que te observo
no es más que las ganas de escribirte historias
en cada centímetro de tu piel;
si con cada mueca
traes contigo unos labios
que sangran al verse sin los tuyos;
pido quedar atrapado y aprisionado
entre tus piernas cansadas y pies lastimados;
que la miel en mi pecho
cure el sin sabor de tus horas malgastadas.

Quiero borrar tus pasos,
para que volver atrás no esté nunca a tu alcance;
probar cada mentira contra todo pretexto
y desmentirme si de repente me alcanza tu abrazo;
que los suspiros que malgastas
son las deudas que trato de pagarte con versos;
si desnudo cada palabra
y degusto cada una de tus pausas
buscando susurros que me nombren;
que espero sobrevivir de este naufragio
en el mar de tu espera
mientras cuento las olas que corto y esquivo;
porque quiero romper el vacío
entre tu cuerpo y el mío,
dejar de ser las manos extrañas
que arriban tu piel.

martes, 5 de abril de 2016

Te echo de menos.



"Te echo de menos
cuando de lejos avisto nuestros rincones." Edgar Oceransky.

Te echo de menos
aún a dos centímetros de tu boca;
porque tenerte cerca no es suficiente
si debajo de la piel tu ausencia protesta;
cuando al marcharte
tu espalda me grita razones
para atraparte otra vez,
sin saber si luego te irás un poco más;
te echo de menos
en medio de todas las razones que desmientes
para dejarte ir y para negarte mis necesidades;
porque todavía no he aprendido a
concebir los días sin que tu voz me salve
de las malas premoniciones al final de cada hora;
y es que esto de extrañarte
lo llevo en mis bolsillos.

Te echo de menos al apretar mis manos
y sentirlas tan solas
y al  hallarse ellas tan incompletas;
si el mayor miedo cuando tus piernas aparecen
es la duda de saber si volverán;
te echo de menos en el café de la mañana,
en el receso de mitad del día,
en mi caminata nocturna,
en cada silencio en el que no estás;
sin embargo
los adioses a lo lejos no son preocupación,
porque no he dejado de perderme
en la forma en que tus caderas se despiden;
y es que esto de extrañarte
está siempre al alcance de mi mano.