lunes, 14 de marzo de 2016

No hace falta.



No hace falta que me nombres
para entrar entre tus labios,
o romper el silencio que traes puesto dentro;
no tienes que cometer ningún pecado
para causarte inquietudes por las noches,
ningún delito
para encerrarte en cuatro paredes de un pensamiento;
no hay que detener tus latidos
para que nuestras almas se rocen un poco,
o que tu cuerpo sea piedra angular de los días;
no tienes que lanzarte al abismo
para volar o caer de repente,
o probar que estas viva y que sientes;
si cuando a mitad de tus palabras
una sonrisa te hace efecto,
no hace falta volarme los sesos
para perder un poco la cordura.

No pretendas cerrar las puertas,
porque las cerraduras están de más
cuando si tocas tres veces  prefieres marcharte;
no tienes que salvarme de esta vida
para trascender en la historia,
o rebobinar los milagros  de tu boca;
no hace falta que usurpes el nombre de todas las flores
para sentir tu aroma de madrugada,
o vulnerar los suspiros
si te da por mezclarte en el aire;
no hay que convalecer
para saber que tu piel no está sobrevalorada por mis manos,
que la magia está en el truco de tus piernas;
si cuando de repente te antojas por mirarme,
no hace falta el resto del mundo.

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