No hace
falta que me nombres
para
entrar entre tus labios,
o romper
el silencio que traes puesto dentro;
no tienes que cometer ningún pecado
no tienes que cometer ningún pecado
para
causarte inquietudes por las noches,
ningún
delito
para
encerrarte en cuatro paredes de un pensamiento;
no hay que detener tus latidos
no hay que detener tus latidos
para que
nuestras almas se rocen un poco,
o que tu
cuerpo sea piedra angular de los días;
no tienes que lanzarte al abismo
no tienes que lanzarte al abismo
para
volar o caer de repente,
o probar
que estas viva y que sientes;
si cuando a mitad de tus palabras
si cuando a mitad de tus palabras
una
sonrisa te hace efecto,
no hace
falta volarme los sesos
para
perder un poco la cordura.
No
pretendas cerrar las puertas,
porque
las cerraduras están de más
cuando si
tocas tres veces prefieres marcharte;
no tienes que salvarme de esta vida
no tienes que salvarme de esta vida
para
trascender en la historia,
o rebobinar
los milagros de tu boca;
no hace falta que usurpes el nombre de todas las flores
no hace falta que usurpes el nombre de todas las flores
para
sentir tu aroma de madrugada,
o
vulnerar los suspiros
si te da
por mezclarte en el aire;
no hay que convalecer
no hay que convalecer
para
saber que tu piel no está sobrevalorada por mis manos,
que la
magia está en el truco de tus piernas;
si cuando de repente te antojas por mirarme,
si cuando de repente te antojas por mirarme,
no hace
falta el resto del mundo.
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